Por @FrancisRuizP
En un lugar del Valle del Guadalhorce en la provincia de
Málaga de cuyo nombre no quiero acordarme (Alhaurín el Grande; el de la cárcel
no, el otro) vivía un honrado alcalde llamado Juan Martín Serón. Era
incorruptible. Llevaba una vida austera. En los últimos años ni él ni su
familia gastaba un solo euro de la cuenta bancaria ni pagaba con tarjeta. ¿De
dónde sacaba el dinero para los gastos comunes?, nada no se sabe pero eso no es
importante.
Un día otro señor quiso construir un edificio de catorce viviendas
pero el Alcalde y el concejal de urbanismo le dijeron que para ello tenía que
pagar extraoficialmente 122.000 euros pues era imposible construir más de cinco
viviendas sin ese requisito. Este señor aceptaría a priori la cantidad acordada
y siguió adelante con su proyecto. Total, era el precio de una de las catorce
viviendas. Le salía más rentable vender trece y regalar una que vender cuatro.
Cuando llegó el momento del pago y el señor constructor se
dio cuenta de la imposibilidad de pagar tanta cantidad extraoficialmente y el
Alcalde ya había concedido la licencia pues pensó: “¿Por qué no les denuncio
por chantajearme y además de no tener que pagar me quedo con la licencia?”. Y
así sucedió. Un traidor el constructor eso sí. El Alcalde y el concejal no.
Ellos son honrados.
Cuando el señor constructor denunció los hechos, la
policía pinchó los teléfonos de los acusados y cuál fue la sorpresa que en una
de las conversaciones entre Serón y el concejal hablaban de “ponérselo negro al
constructor si no pagaba los 120.000 euros”. Claro, el juez escuchó esto y
pensó que podría haber cohecho. El cohecho viene a ser coloquialmente un
soborno. Todo cuadraba…
La policía registra la casa del Alcalde y encuentra 65.000
euros de origen desconocido. La empresa a la que tenía que ingresar el
constructor los 122.000 euros es de la mujer del Alcalde. Desde que Serón es
alcalde la empresa multiplica sus ingresos.
Notas manuscritas y archivos informáticos en los que aparece el nombre
del constructor y la cantidad que tenía que pagar. El concejal no respondía a
las preguntas de los abogados.
Pues nada. Los condenan a un año de suspensión de empleo o cargo público y una
multa de 200.000 euros y recurren al Tribunal Supremo. Y no quiero ser
tremendista pero este tribunal confirma la sentencia. Y ya veis, tiene que
acatarla. Dimite y pide la baja de su partido pero anuncia que dentro de un año
volverá. Y su partido (PP) le sigue apoyando porque dice que todo es una
opinión de la Justicia. Que no hay hechos probados. Y la Alcaldesa de
Benalmádena dice que si quiere volver que vuelva porque “eso es como si vuelve
a casa un hijo drogadicto, hay que aceptarlo”. Y la nueva alcaldesa de Alhaurín dice que si baja Dios y le dice que es culpable no le cree a pesar de ser creyente.
Y el número tres del PP de Málaga acude a un homenaje en defensa del corrupto.
Y para colmo se crea una plataforma para pagar la multa.
Claro, hace cuatro años le funcionó cuando los alhaurinos pagaron los 100.000
euros de fianza que le impuso el juez. Ahora vuelve a pedir dinero a su pueblo.
Sabe de sobra engañar el tío.
Y supongo que esto será la primera parte del cuento porque
en un año volveremos a tener a Don Serón de la Mancha con todos nosotros. Sin
vaselina ni nada
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