18 de agosto de 2014

El fantasma


Cada vez que leo o escucho una historia sobre agresión sexual, ya sea en Málaga o en la mismísima India, se me ponen los pelos como escarpias y se me coge un nudo en el estómago solo de imaginarme la impotencia que se debe sentir en una situación tan horrible como esa. No me considero de esas personas que dejan de hacer cosas "por miedo a", pero tengo que reconocer que me resulta agotador vivir con esa sensación de inseguridad que sin duda habrás sentido alguna vez si eres mujer.
No digo que no puedas solidarizarte con la causa si eres hombre, ni que no te pueda parecer deleznable, solo digo que dificilmente te puedas poner en nuestro pellejo; No sabéis lo desagradable que es sentir que debes andar lo más rápido posible cuando transitas un barrio desconocido y solitario, lo imbécil que te sientes al cambiarte de acera de la forma más disimulada posible o simplemente fingir que hablas por el móvil con alguien. Tener que sospechar sistemáticamente de un grupo de hombres cuando vas sola a buscar tu coche a un descampado, o planear una excusa para no montarte en un coche cuando varios hombres están dentro, ya que nunca puedes estar segura de si lo único que quieren es ayudarte. También puedo hablaros de las clases que muchas mujeres toman de autodefensa o de la cantidad de manuales que hay en internet sobre cómo conseguir un spray pimienta y sus formas de usarlo.
Algunas dirán que es sólo precaución pero que queréis que os diga, a mi me agota. Y me agota porque esas conductas ya son casi un modo de vida y el culpable no es más que el machismo, el mismo que muchos piensan que es cosa del pasado. La verdad es que nunca vamos solas, siempre vamos acompañadas por el mismo fantasma: El fantasma de la violación.
Seguramente (Y ojalá sea así) nadie te viole nunca, pero vivirás con ese fantasma toda tu vida por el hecho de haber nacido mujer.