Soy de izquierdas y no me escondo. Es más, me siento
orgulloso de ser de izquierdas. Soy de izquierda porque lo he “mamao” desde
pequeño. Porque mis valores son la
semilla de mi dignidad; y la dignidad no ha de esconderse.
Ser de izquierda no es una forma de hacer política, es una forma
de vivir. Hay que creer en la justicia social por encima de cualquier ley
desfasada a la que se aferran los amantes de las clases altas. Utilizan leyes
caducadas que ellos mismos promovieron para instalarse en una vida cómoda e
infame.
No ser ni de izquierdas ni de derechas es una herramienta electoral
con la que renuncias a la dignidad.
Eres de izquierda si cada vez que ves una injusticia social,
como un desahucio, te sube desde el estómago hasta las pestañas una bola de
fuego que tienes que sacar de alguna manera, gritando contra todos esos que
hacen posible tales crímenes. Y eso, amigos, no se puede esconder. No se puede
esconder porque esa bola de fuego es mucho más fuerte que la paciencia, que la
serenidad, que la moderación. Eso se llama rabia, y la rabia no se puede
esconder, aunque te quite razón… o votos.
Ser de izquierda es un motivo de orgullo. Ser de izquierda
es un motivo de orgullo porque significa que te han educado en la igualdad, en
la justicia, en el inconformismo. Es un motivo de orgullo porque has vivido lo
suficiente como para saber que ante las injusticias no puedes estar parado.
Los valores de la izquierda son irrenunciables para
cualquier persona que quiera una igualdad real entre todos los ciudadanos.